El Princeton-Plainsboro era un enjambre de camillas que entraban y salían de la zona de urgencias. Wilson estaba intentando almorzar luchando con el tenedor de House.
- ¿Por qué no te pagas tu comida, House?
- Lucho contra el avance sin freno de la obesidad entre los profesionales de la oncología.
- Esta actividad no es normal, está pasando algo raro... - mientras Wilson miraba por los ventanales del comedor House le arrebataba el último trozo de solomillo.
- Pues como sea la gripe porcina, nueva, A o cómo narices haya que llamarla hoy conmigo que no cuenten, en mi contrato lo dejo bien clarito... nada de pandemias, anemias, epidemias, academias... y..., no sé, un par de palabras más que acaban en emia.
Cuddy irrumpió en el comedor dirigiéndose hacia los dos médicos.
- House, a mi despacho... - House miró a Wilson algo escéptico.
- A mí no me mires, yo no me llamo así.
- ¡Ya! - Cuddy salió del comedor con la misma velocidad.
En su despacho ya esperaba el equipo al completo. Antes de que pudiera sentarse en su mesa House lo intentó una vez más.
- En mi contrato...
- ¡Cállate!, esta epidemia te va a encantar.
- ¿Que me va a encantar una epidemia?... como no sea el aumento descontrolado de prótesis mamarias...
- Se trata de los analistas de bolsa de las entidades financieras...
- Vaya, ¿por fin sus clientes se han decidido a darles lo que merecen por no acertar ni una? - House blandía el bastón amenazante sobre la cabeza de Taub para regocijo del resto del equipo.
- No, precisamente están aquí por lo contrario... lo están acertando todo - House se quedó clavado.
- ¿Todo?... cielo santo, esto es grave.
El diferencial fue intenso, no había que dejar ningún detalle ni permitir que aquello empeorara, pero House sabía que era imposible que lo hiciera. Pusieron patas arriba las casas, los despachos, las casas de sus vecinos, la red de agua potable, la comida, las vajillas, los productos de limpieza, las familias y los amigos..., pero nada extraño encontraron. Les hicieron infinidad de pruebas físicas y neuronales. Los trataron para toda clase de infecciones hasta que les falló el hígado, después trataron el hígado hasta que fallaron los riñones, después los estabilizaron y decidieron dejarlos tranquilos hasta el día siguiente.
House estudió con Cameron el esquema de funcionamiento del cerebro de un analista. El mecanismo de predicción era el habitual en cualquier cerebro, pero el proceso en estos individuos pasaba por un filtro situado en la coronilla. Si el valor analizado era un cliente de su banco la recomendación era positiva, si además se trataba de una salida a bolsa era la mejor de la historia.
- ¿Por qué no los dejamos como están? - preguntó Cameron. -No puede ser nada malo que acierten todos sus pronósticos, como mucho tendrán que independizarse.
- House - dijo Trece entrando en la sala de diagnósticos -. Ha muerto uno de ellos.
- Aquí tienes la respuesta - dijo House mientras se levantaba con dificultad camino de la puerta - no están preparados. Pero ahora disponemos de un cerebro que podremos examinar.
House palpó con minuciosidad el cerebro del fiambre del analista de "Mohan Debaileys". De repente su mano se quedó paralizada y los ojos se le abrieron como platos. Salió disparado hacia la planta que ocupaban todos los analistas tratados.
- Chase, despiértame a uno de ellos.
- Pero House... es tarde, ¿de verdad es necesario?
- Despiértalo.
Le tocó el turno al analista estrella de "Chiqui Group". Cuando estaban conscientes desataban una verborrea sin fin.
- Caterpillar sobreponderar... General Motos infraponderar... Pfizer mantener... Wal Mart comprar... General Electric comprar... - parecía recitar una letanía mientras mantenía los ojos fijos en la tele apagada. Chase había sacado una libreta del bolsillo de la bata.
- Chase deja de anotar y consigue un imán, rápido... en cuanto a usted, cotorra a diez mil dólares la hora, ¿se reunieron todos a celebrar alguna fiesta la semana pasada?
- Pues sí, nos reunimos el día del patrón de los analistas, San Jones mártir. Celebramos una barbacoa el martes en la mansión DeBaileys...
- El martes hacía un viento del carajo... se pusieron esos gorritos horteras de papel, ¿verdad? - el analista asintió con la cabeza - Chase había llegado con el imán, House se lo colocó en la coronilla y un alfiler se desprendió de su cabeza para pegarse en el imán. - Y no se les ocurrió otra cosa que clavarse el gorrito con alfileres, con la mala suerte que lo hincaron en la zona del cerebro que funciona como filtro de sus predicciones.
- ¡Vaya!... ¿se lo puedo volver a colocar hasta que me analice Intel?
El caso de los analistas infalibles
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Agente Mulder
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