Operativa extrema
Publicado: 21 Dic 2009 15:47
El recorrido resulta cada vez más tortuoso. Las subidas y bajadas empiezan a hacer mella en las piernas. De los gemelos suben rampas a cual más dolorosa. Los yaks abren camino, pero se hunden en la volatilidad hasta casi desaparecer de mi vista. Algún alma de cántaro se atreve a surcar un terreno tan resbaladizo sin colocar stops..., que el Señor lo guarde.
Intentamos ascender una montaña de forma vertiginosa desde Marzo. Una subida excesivamente vertical puede pasar factura a la expedición. Son más de 5.000 puntos, casi a la altura del Kilimanjaro, y los sherpas se han comido mis reservas de fabada Litoral. Se masca la tragedia.
Gráfico Himalaya 35
Contemplar los picos de los índices es una experiencia casi mística. En Nepal conocí a un monje broker capaz de cortarse las uñas de los piés mientras recitaba poesías de Hodar bajo un melocotonero en flor.
Pero no me iré por las ramas. Como decía, pletóricos, decididos, con un frío del carajo y sin reservas culinarias éramos incapaces de controlar a los yaks. Esas bestias salvajes embestían un día y se retiraban al siguiente. Mi RSI giraba rabioso sin rumbo. Las noticias eran escasas y confusas. Uno ya no sabía si lanzarse a atacar los 12.000 ... o excavar un refugio en la nieve a salvo de la ventisca.
Puntchok y Chiring sufrían de cagaleras convulsas... Llevábamos 40 días en aquel infierno y las latas ya habían caducado. Pobres desgraciados.
Intentamos ascender una montaña de forma vertiginosa desde Marzo. Una subida excesivamente vertical puede pasar factura a la expedición. Son más de 5.000 puntos, casi a la altura del Kilimanjaro, y los sherpas se han comido mis reservas de fabada Litoral. Se masca la tragedia.
Gráfico Himalaya 35
Contemplar los picos de los índices es una experiencia casi mística. En Nepal conocí a un monje broker capaz de cortarse las uñas de los piés mientras recitaba poesías de Hodar bajo un melocotonero en flor.
Pero no me iré por las ramas. Como decía, pletóricos, decididos, con un frío del carajo y sin reservas culinarias éramos incapaces de controlar a los yaks. Esas bestias salvajes embestían un día y se retiraban al siguiente. Mi RSI giraba rabioso sin rumbo. Las noticias eran escasas y confusas. Uno ya no sabía si lanzarse a atacar los 12.000 ... o excavar un refugio en la nieve a salvo de la ventisca.
Puntchok y Chiring sufrían de cagaleras convulsas... Llevábamos 40 días en aquel infierno y las latas ya habían caducado. Pobres desgraciados.