Reflexiones sobre "Contrarian Investing"
Publicado: 14 Sep 2010 17:54
El núcleo central del "Contrarian Investing" es comprar cuando el mercado está en su peor momento. Claro que el concepto "su peor momento" significa que va a haber un momento mejor y que hemos identificado el peor momento de forma correcta. Sin éstos elementos, sería entonces como decir compra abajo y vende arriba. Cuando hablamos de Contrarian Investing, también hablamos de vender en el momento de mayor euforia, aunque en la práctica son dos categorías bien distintas.
Es de significar que hombres de negocios tan célebres como el barón de Rothschild, Onassis o Buffet hicieron sus mayores fortunas con apuestas "contrarian". Y los 3 fueron los hombres más ricos en su época, lo que nos lleva, al menos, a considerar con atención este estilo de inversión/especulación.
Por tanto toda apuesta "contrarian" se basa en la capacidad de leer el momento exacto de máximo pesimismo y que el precio tenga capacidad de recuperarse en el futuro.
En mi opinión, el grado de convicción de un especulador tiene tres grados:
a) fuerte convicción
b) neutral o indiferente convicción
c) débil convicción
Aunque no es una regla universal -ni puede serlo- el grado de fuerte convicción suele coincidir con los suelos del mercado. El grado neutro con los precios medios y el grado de débil convicción con la zona alta de precios. Algunos "contrarians" lo percibirán exactamente al revés y su pirámide de grado de convicción será justo la opuesta, lo que significa que tienen gran capacidad para ponerse bajista en un techo de mercado. Y también los habrá quienes un techo o un suelo signifique fuerte convicción, serían los "contrarians ambidiestros".
Quien esto escribe es un "contrarian" regular o clásico. Si bien a veces uno puede detectar fuerte sobrecompra, lo cierto es que la radical diferencia de la psicología de mercado de los suelos en oposición a la psicología de mercado de los techos hace que ser un Contrarian Regular o por el contrario un Contrarian Bajista sean dos categorías totalmente distintas que usan herramientas nada parecidas.
Por tanto, en nuestro intento de detectar los momentos de máximo pesimismo nos ayudaremos de varias herramientas y procesos mentales. Pero antes de ello es fundamental comprender como funciona la psicología y la estructura del mercado.
Evidentemente el ánimo de un mercado de acciones que ha caído un 10% no puede ser el mismo que un mercado que ha subido el 10%. En el primer caso bajista, teniendo en cuenta que la amplia mayoría de inversores y especuladores solo apuestan a posiciones alcistas, tenemos que se está desarrollando una fase de pánico, miedo y mucha incertidumbre. Por el contrario, cuando estos mismos agentes del mercado observan como los precios han aumentado un 10% se desarrolla una fase de complacencia.
Por tanto tenemos dos emociones que pueden revestir diferentes nombres y matices.
Por un lado tenemos: el miedo, el pánico, la angustia, la incertidumbre.
Por el otro tenemos: la complacencia, la felicidad, la tranquilidad, la avaricia.
El rasgo más destacable de estas dos emociones que mueven los mercados es: LA VELOCIDAD.
La diferencia de velocidad de ambas emociones se ve mejor con un par de ejemplos:
El pánico es la emoción que te hace correr cuando un coche está a punto de atropellarte. Sin ningún tipo de reflexión el cuerpo de moviliza para salvar el peligro.
La complacencia es una buena comida un día de mucha felicidad. Sería absurdo echarse a correr. Aquí todo va lento.
Pero, puestas en el contexto del mercado, ambas emociones significan lo siguiente:
En un proceso alcista de un índice de acciones, la avaricia es la emoción reinante, todo el mundo quiere más y más y cuenta despacio, día a día, semana a semana la nuevas monedas (virtuales) que caen en su bolsillo. Es un proceso bastante lento, pues la avaricia no tiene fin y no se cierran posiciones.
En un proceso bajista de un índice de acciones, el miedo y a veces el pánico es la emoción reinante. Al principio, con las primeras caídas, la amplia mayoría piensa que es un retroceso más. Pero el índice de acciones sigue cayendo, entonces surgen los primeros temores y empiezan las ventas que provocan más caídas. Como mucha gente aparte de sentir incertidumbre tienen sus inversiones a crédito, ven que los precios se acercan peligrosamente a los límites que no pueden rebasar y empiezan a liquidar posiciones, por ello la caída se acelera aún más. En este punto se desata una nueva ola y el máximo pánico, liquidándose todas aquellas posiciones que han violado los márgenes permitidos por los prestamistas. Esta es la ola final del proceso de desapalancamiento.
Por tanto, observando como funciona al mercado se entiende porqué las subidas de los índices se producen con menos velocidad y las bajadas son casi fulminantes.
Pero realmente esto solo forma parte del entendimiento que ha de tener un especulador "contrarian", al fin y al cabo, saber que los precios caen más rápido de lo que suben ni es un gran descubrimiento ni le va a reportar ningún beneficio, sino en todo caso, será la subida posterior a la caída la que le haga ganar.
Lo importante es el movimiento siguiente a esas euforias y esos pánicos.
Aquí entra en juego el tercer elemento del mercado del que el especulador contrarian forma parte: Es aquél agente de mercado que ha estado esperando una buena oportunidad y por tanto ni era bajista ni era alcista, pero tiene dinero en sus bolsillos para ayudar al mercado a decidirse a buscar una dirección.
Y es aquí donde ocurre uno de los fenómenos más mágicos de los mercados: el punto de inflexión del cambio de psicología de mercado y para el que el especulador "contrarian" ha de estar entrenado para poder percibirlo, de igual manera que el mejor catador está entrenado para captar las sutilezas de los mejores caldos.
En un principio, en plena fase de pánico, los precios dejan de caer. Probablemente por el cierre de las posiciones cortas con beneficios. Es justo en ese momento cuando puede ocurrir el fenómeno más importante para los "contrarians". En este primer rebote es donde se mezclan dos emociones, por un lado los inversores que sufren de mayor pánico y necesidad de vender y por otro la de aquéllos que sienten una avaricia desmedida, una fuerte convicción del buen precio que están pagando y la necesidad de poner su dinero a trabajar.
Es aquí donde en un acto casi mágico, el dinero cambia de manos, donde los más avariciosos pagan a los más miedosos. En ninguna otra circunstancia de mercado ambas emociones interactuan al mismo tiempo. En los techos normalmente la avaricia no se mezcla con el pánico directamente, sino con la indiferencia. Por eso los suelos suelen presentar forma de "V", donde la "\" representa el pánico y "/" la avaricia. Sin embargo los techos suelen ser mucho más lentos y presentan estructuras más redondeadas.
Por todo esto es más fácil detectar un suelo que un techo y nos ayudaremos de algunas herramientas que se comentarán en otro capítulo.
Para cerrar este primer capítulo, una imagen. La portada de la revista Business Week de agosto de 1979. Literalmente dice: "La muerte de la renta variable". Las portadas contundentes como éstas suelen ser una buena herramienta para el especulador "contrarian", pues los magazines y periódicos tienden a definir la emoción reinante de cada momento. No lo hacen por ignorancia, sino por intentar conectar con la emoción de sus lectores y así vender más revistas. Huelga decir que el principio de la década de los ochentas fue un suelo de una tendencia alcista que duraría 20 años.
Es de significar que hombres de negocios tan célebres como el barón de Rothschild, Onassis o Buffet hicieron sus mayores fortunas con apuestas "contrarian". Y los 3 fueron los hombres más ricos en su época, lo que nos lleva, al menos, a considerar con atención este estilo de inversión/especulación.
Por tanto toda apuesta "contrarian" se basa en la capacidad de leer el momento exacto de máximo pesimismo y que el precio tenga capacidad de recuperarse en el futuro.
En mi opinión, el grado de convicción de un especulador tiene tres grados:
a) fuerte convicción
b) neutral o indiferente convicción
c) débil convicción
Aunque no es una regla universal -ni puede serlo- el grado de fuerte convicción suele coincidir con los suelos del mercado. El grado neutro con los precios medios y el grado de débil convicción con la zona alta de precios. Algunos "contrarians" lo percibirán exactamente al revés y su pirámide de grado de convicción será justo la opuesta, lo que significa que tienen gran capacidad para ponerse bajista en un techo de mercado. Y también los habrá quienes un techo o un suelo signifique fuerte convicción, serían los "contrarians ambidiestros".
Quien esto escribe es un "contrarian" regular o clásico. Si bien a veces uno puede detectar fuerte sobrecompra, lo cierto es que la radical diferencia de la psicología de mercado de los suelos en oposición a la psicología de mercado de los techos hace que ser un Contrarian Regular o por el contrario un Contrarian Bajista sean dos categorías totalmente distintas que usan herramientas nada parecidas.
Por tanto, en nuestro intento de detectar los momentos de máximo pesimismo nos ayudaremos de varias herramientas y procesos mentales. Pero antes de ello es fundamental comprender como funciona la psicología y la estructura del mercado.
Evidentemente el ánimo de un mercado de acciones que ha caído un 10% no puede ser el mismo que un mercado que ha subido el 10%. En el primer caso bajista, teniendo en cuenta que la amplia mayoría de inversores y especuladores solo apuestan a posiciones alcistas, tenemos que se está desarrollando una fase de pánico, miedo y mucha incertidumbre. Por el contrario, cuando estos mismos agentes del mercado observan como los precios han aumentado un 10% se desarrolla una fase de complacencia.
Por tanto tenemos dos emociones que pueden revestir diferentes nombres y matices.
Por un lado tenemos: el miedo, el pánico, la angustia, la incertidumbre.
Por el otro tenemos: la complacencia, la felicidad, la tranquilidad, la avaricia.
El rasgo más destacable de estas dos emociones que mueven los mercados es: LA VELOCIDAD.
La diferencia de velocidad de ambas emociones se ve mejor con un par de ejemplos:
El pánico es la emoción que te hace correr cuando un coche está a punto de atropellarte. Sin ningún tipo de reflexión el cuerpo de moviliza para salvar el peligro.
La complacencia es una buena comida un día de mucha felicidad. Sería absurdo echarse a correr. Aquí todo va lento.
Pero, puestas en el contexto del mercado, ambas emociones significan lo siguiente:
En un proceso alcista de un índice de acciones, la avaricia es la emoción reinante, todo el mundo quiere más y más y cuenta despacio, día a día, semana a semana la nuevas monedas (virtuales) que caen en su bolsillo. Es un proceso bastante lento, pues la avaricia no tiene fin y no se cierran posiciones.
En un proceso bajista de un índice de acciones, el miedo y a veces el pánico es la emoción reinante. Al principio, con las primeras caídas, la amplia mayoría piensa que es un retroceso más. Pero el índice de acciones sigue cayendo, entonces surgen los primeros temores y empiezan las ventas que provocan más caídas. Como mucha gente aparte de sentir incertidumbre tienen sus inversiones a crédito, ven que los precios se acercan peligrosamente a los límites que no pueden rebasar y empiezan a liquidar posiciones, por ello la caída se acelera aún más. En este punto se desata una nueva ola y el máximo pánico, liquidándose todas aquellas posiciones que han violado los márgenes permitidos por los prestamistas. Esta es la ola final del proceso de desapalancamiento.
Por tanto, observando como funciona al mercado se entiende porqué las subidas de los índices se producen con menos velocidad y las bajadas son casi fulminantes.
Pero realmente esto solo forma parte del entendimiento que ha de tener un especulador "contrarian", al fin y al cabo, saber que los precios caen más rápido de lo que suben ni es un gran descubrimiento ni le va a reportar ningún beneficio, sino en todo caso, será la subida posterior a la caída la que le haga ganar.
Lo importante es el movimiento siguiente a esas euforias y esos pánicos.
Aquí entra en juego el tercer elemento del mercado del que el especulador contrarian forma parte: Es aquél agente de mercado que ha estado esperando una buena oportunidad y por tanto ni era bajista ni era alcista, pero tiene dinero en sus bolsillos para ayudar al mercado a decidirse a buscar una dirección.
Y es aquí donde ocurre uno de los fenómenos más mágicos de los mercados: el punto de inflexión del cambio de psicología de mercado y para el que el especulador "contrarian" ha de estar entrenado para poder percibirlo, de igual manera que el mejor catador está entrenado para captar las sutilezas de los mejores caldos.
En un principio, en plena fase de pánico, los precios dejan de caer. Probablemente por el cierre de las posiciones cortas con beneficios. Es justo en ese momento cuando puede ocurrir el fenómeno más importante para los "contrarians". En este primer rebote es donde se mezclan dos emociones, por un lado los inversores que sufren de mayor pánico y necesidad de vender y por otro la de aquéllos que sienten una avaricia desmedida, una fuerte convicción del buen precio que están pagando y la necesidad de poner su dinero a trabajar.
Es aquí donde en un acto casi mágico, el dinero cambia de manos, donde los más avariciosos pagan a los más miedosos. En ninguna otra circunstancia de mercado ambas emociones interactuan al mismo tiempo. En los techos normalmente la avaricia no se mezcla con el pánico directamente, sino con la indiferencia. Por eso los suelos suelen presentar forma de "V", donde la "\" representa el pánico y "/" la avaricia. Sin embargo los techos suelen ser mucho más lentos y presentan estructuras más redondeadas.
Por todo esto es más fácil detectar un suelo que un techo y nos ayudaremos de algunas herramientas que se comentarán en otro capítulo.
Para cerrar este primer capítulo, una imagen. La portada de la revista Business Week de agosto de 1979. Literalmente dice: "La muerte de la renta variable". Las portadas contundentes como éstas suelen ser una buena herramienta para el especulador "contrarian", pues los magazines y periódicos tienden a definir la emoción reinante de cada momento. No lo hacen por ignorancia, sino por intentar conectar con la emoción de sus lectores y así vender más revistas. Huelga decir que el principio de la década de los ochentas fue un suelo de una tendencia alcista que duraría 20 años.