enki escribió:....Y lo eran Jesus, Buda, Mahoma??
Porque todos enseñaron, mostraron algo, pero no todo a todos.
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Creo que estos tres, y algunos más, merecen capítulo aparte, puesto que solo enseñaron de palabra y nunca escribieron nada.
Se dice que el autor del Corán fue el Arcangel San Gabriel que se lo dictó a Mahoma, palabra por palabra. Se dice incluso que Mahoma ni siquiera sabía escribir.
Por lo que se dice en los evangelios Jesús sabía leer y escribir en varios idiomas, pero sus enseñanzas nos han llegado por los escritos de sus discípulos, algunos de los cuales ni siquiera lo escucharon.
Se dice que tras su resurrección transmitió a sus discípulos el don de lenguas y ellos viajaron por todo el mundo conocido predicando oralmente.
Nada se dice del don de escribir.
Si que escribieron muchas cosas en un intento por mantener el contacto con sus propios discípulos desde la distancia.
Pero la transmisión de la verdadera Palabra de Dios fue siempre directa, en contacto con el Maestro y oral.
Si no fuese así ¿Para que a gastar tiempo y esfuerzos en viajar constantemente?
De Buda sabemos que vivió hasta los 29 años confinado en el palacio y sometido a la voluntad de su padre que nunca renunció a convertirlo en un gran guerrero como correspondía a su estirpe.
A pesar de ello su padre nunca utilizó la violencia con su hijo y nunca le obligó, se limitó a mantenerlo apartado en una vida de complacencia y regalo, poniendo a su alcance todo aquello que le complaciera y colmase sus inquietudes.
Parece claro que debió alcanzar un alto grado de formación y estar siempre rodeado de ilustres maestros, tanto en las artes y las letras que al él le gustaban, como en las otras artes que gustaban a su padre.
A los 35 o 36 años predicó su primer sermón en público y durante otros 45 años continuó predicando, pero nunca escribió nada.
Cuando anunció a sus discípulos la proximidad de su último y definitivo nirvana, ellos le pidieron que nombrase un sucesor para continuar su obra.
Se negó explícitamente y les exhortó a que cada cual siguiese su propio camino de iniciación personal.
Parece que sus últimas palabras fueron "esforzaos por vuestra salvación, porque todas las cosas son perecederas"
Trescientos años después sus discípulos decidieron escribir sus enseñanzas en un intento por mantenerlas y transmitirlas con la mayor fidelidad posible.
Un reconocido sabio místico que escribió un poco fue Lao Tse.
Se dice que después de una vida de predicación, siendo ya muy anciano, mientras viajaba a su definitivo retiro en las montañas, fue reconocido por un soldado de frontera que le retuvo y le obligó a escribir la síntesis de su sabiduría. Así ha llegado a nuestros días el Libro del Tao que empieza diciendo algo así como "El principio que puede ser enunciado, no es el verdadero principio"
De todo ello deduzco que las palabras y los escritos se quedan siempre muy pobres en capacidad para transmitir sabiduría.
La sabiduría solo se transmite por contaco directo con el maestro, escuchando y meditando sus palabras.
De Jesús se dice que es la encarnación del Verbo divino. La Palabra de Dios.
Ya desde mucho antes los griegos habían reconocido La Primera Manifestación del Logos.
Se puede leer en el Génesis que Dios dijo "Hágase la luz y la luz se hizo"
El evangelio de San Juan nos aclara que en el principio la Palabra estaba con Dios y todo cuanto se hizo fue hecho por la Palabra. Y añade que sin la Palabra nada se hizo.
Desafortunadamente las persona tenemos tendencia a abusar de las palabras y hay demasiadas personas que dicen demasiadas palabras para no decir nada o decir muy poco.
Yo soy uno de tantos y espero ser perdonado puesto que reconozco mi culpa y manifiesto mi deseo e intención de decir lo más posible con las menos palabras posibles.
Pero nunca sobran las palabras.
A mi me gustaría aprender a respetar a todos aquellos que intentan transmitir sabiduría mediante las palabras y el contacto directo de persona a persona.
Yo ya sé que no todas las personas que pretenden transmitir sabiduría lo consiguen y probablemente menos cuanto más cobran por sus palabras.
Está claro que los más reconocidos sabios nunca cobraron nada por sus palabras.
Pero también está claro que comían todos los días y dormían bajo un techo que alguien tendría que pagar.
El dinero no es importante, lo importante son las palabras.
Resulta siempre asombroso que el más humilde de los pastores, el más humilde de los campesinos y el más desarrapado de los "sin techo" que duerme en un banco del parque o en un portal, pueda destilar tanta sabiduría en algunas de sus palabras.
En ese sentido me gusta pensar que todos somos maestros, todos podemos y debemos intentar tansmitir, porque siempre habrá alguien que reciba más de lo que esperaba.
Así pues me atrevo a animar a todos a seguir escribiendo sus propias palabras, y siempre que sea posible, reunirnos en persona y transmitirnos las palabras directamente y de viva voz.
Un saludo
Tom