Recuerdos de un operador de acciones - Jesse Livermore
Publicado: 10 Ene 2008 02:51
Recuerdos de un operador de acciones - Jesse Livermore
Capítulo I (primeras páginas)
Empecé a trabajar cuando salí del colegio. Conseguí trabajo como chico encargado del tablero de cotizaciones en una oficina de corretaje. Era despierto para los números. En el colegio hice tres años de aritmética en uno. Era bueno, especialmente con la aritmética mental. Como encargado del tablón de cotizaciones, mi labor consistía en enviar los números al gran panel que había en la sala de los clientes. Uno de estos clientes solía sentarse al lado de la cinta y decir en voz alta los precios. Nunca los decía demasiado deprisa. Siempre he recordado los números sin problemas de ningún tipo.
Había muchos otros empleados en esa oficina. Me hice amigo, por supuesto, de los otros tipos, pero el trabajo que yo hacía, cuando el mercado era activo, me mantenía lo suficientemente ocupado desde las 10 de la mañana hasta las tres de la tarde como para permitirme pasar mucho tiempo hablando. De todas formas, esto no me preocupaba especialmente durante las horas de trabajo.
Sin embargo, lo que no me impedía pensar en el trabajo era el mercado ajetreado. Esas cotizaciones, tal cantidad de dólares por participación, no representaban, para mí precios de acciones. Eran números. Significaban algo, por supuesto. Siempre estaban cambiando. Los cambio, eso era todo lo que debía interesarme. ¿Porqué cambiaban? No lo sabía. No me preocupaba. No pensaba acerca de ello. Veía simplemente que cambiaban. eso era todo lo que debía pensar unas cinco horas al día y dos, los sábados: que estos estaban siempre cambiando.
Así es como llegué a interesarme por el comportamiento de los precios. Tenía muy buena memoria para los números. Podía recordar, con todo detalle, cómo habían actuado los precios el día anterior, justo antes de que subieran o bajaran. Mi afición a la aritmética mental me fue muy útil.
Observé que en los avances, al igual que en los descensos, los precios eran propensos a mostrar ciertos hábitos, por así decirlo. Los casos paralelos no tenían fin y éstos fueron los precedentes que me guiaron. Yo tenía sólo catorce años, pero después de haber guarado en mi mente cientos de observaciones, me encontré probando su exactitud, comparando el comportamiento de las acciones de hoy con las de otros días. No transcurrió mucho tiempo antes de que fuera capaz de anticipar movimienttos en los precios. Tal como he dicho, mi única guía eran sus actuaciones pasadas. Llevaba en mi mente las "hojas de informes". Esperaba que los precios de las acciones tomaran forma. Los había registrado. Ya sabéis lo que quiero decir.
Se puede determinar, por ejemplo, el lugar en el cual la compra es algo mejor que la venta. Se desarrolla una batalla en el mercado de valores y la cinta es tu telescopio. Puedes depender de ella, siete de cada diez veces.
Otra lección que aprendí pronto es que no existe nada nuevo en Wall street. No puede haberlo porque la especulación es tan vieja como las montañas. Cualquier cosa que suceda en el mercado hoy, ha sucedido antes y sucederá otra vez. Nunca he olvidado esto. Supongo que me las ingenié para recordar cuándo y cómo ocurrió. El que lo recuerde así se debe a mi forma de capitalizar mi experiencia.
Me llegó a interesar tanto mi juego y fue tal mi ansia por anticipar avances y descensos, en todas las acciones activas, que me compré un pequeño cuaderno. Anoté en él mis observaciones. No se trataba de un registro de transacciones imaginarias como el que mucha gente lleva únicamente para ganar o perder millones de dólares sin calentarse la cabeza y sin tener que ir al asilo de los pobres. Se trataba, más bien, de una especie de registro de mis aciertos y errores y, junto a la determinación de posibles movimientos, estaba muy interesado en verificar si había observado correctamente; en otras palabras, si estaba en lo cierto. Digamos que después de estudiar cada una de las fluctuaciones del día, en una accion activa, yo llegaba a la conclusión de que se estaba comportando como ya lo había hecho antes de romper ocho o diez puntos. Bien, yo anotaba la acción y el precio del lunes, y recordando las actuaciones pasadas, escribiría lo que debería hacer el martes y el miércoles. Más tarde, lo comprobaba con transcripciones reales de la cinta.
Así es como me interesé por primera vez por el mensaje de la cinta. Las fluctuaciones las asocié en mi mente, desde el primer momento, con movimientos hacia arriba y hacia abajo. Por supuesto que las fluctuaciones siempre tienen una explicación, pero la cinta no se preocupa de su por qué. No se mete en explicaciones. No le pregunté a la cinta porqué, cuando tenía catorce años y tampoco se lo pregunto hoy día, a mis cuarenta. La razón de que una acción haga lo que hace hoy puede que no se conozca hasta que no pasen dos o tres días, o incluso semanas o meses. ¿Pero, qué importancia tiene eso? Su preocupación por la cinta concierne al hoy, no al mañana. La razón puede esperar. Debes actuar inmediatamente o quedarte al margen. Una y otra vez, veo que esto sucede. Recuerdas que la Hollow Tube bajó tres puntos el otro día mientras que el resto del mercado se recuperó bruscamente. El lunes siguiente ves que los directores bajaron el dividendo. Ésa fue la razón. Sabían lo que iban a hacer y, aunque ellos mismos no vendieron acciones, al menos no la compraron. No hubo venta de interior; no hubo razón alguna por la cual no debiera romper.
Llevé mi pequeño cuaderno de apuntes durante, quizá, seis meses. En vez de irme a casa cuando acababa mi trabajo, me dedicaba a anotar las cifras que quería y estudiaba los cambios, buscando siempre las repeticiones y paralelismos de comportamiento. Aprendiendo a leer la cinta aunque no fuese consciente de ello en su momento.
Un día, uno de los chicos de la oficina, que era mayor que yo, se acercó a mí mientras comía y me preguntó, si tenía algo de dinero. "¿Porqué quieres saberlo?" le dije. "Bueno", dijo el "me ha llegado un soplo sobre la Burlington. Voy a jugarlo si encuentro a alguien que vaya conmigo". "¿Qué quieres decir con jugarlo?" pregunté. Para mí los únicos que jugaban, o podían jugar, con pronósticos eran los clientes. Viejos chismes con montones de pasta. Cuesta cientos, e incluso miles, de dólares meterse en ese juego. Era como poseer coche de caballos y tener un cochero que llevara sombrero de seda. "Eso es lo que quiero decir; ¡juégalo!, dijo él. "¿Cuánto tienes?" ¿Cuánto necesitas?"
"Bueno, puedo operar en cinco participaciones poniendo 5 dólares". "¿Cómo vas a jugarlo?" "Voy a comprar todo el Burlington que la bucket shop me deje llevarme con el dinero que le dé de margen", dijo. "Seguro que sube. Es como recoger dinero. Doblaremos el nuestro rápidamente".
"¡Sujétalo! le dije, y saqué mi pequeño cuaderno de notas. Yo no estaba interesado en doblar mi dinero, a no ser porque dijo que la Burlington estaba subiendo. Si así era, mi cuaderno de notas tendría que mostrarlo. Lo miré. Con toda seguridad, la Burlington, de acuerdo con mis cifras, estaba actuando como solía hacerlo antes de que subiera. Nunca había comprado o vendido nada en mi vida, y nunca aposté con los otros chicos. Pero lo que si sabía es que ésta era una fabulosa oportunidad de probar la exactitud de mi trabajo, o de mi afición. Se me ocurrió de repente pensar que si mis informes no funcionaban en la práctica, no había nada en la teoría de éstos que pudiera interesar a nadie. Así que le dí todo lo que tenía y con nuestros recursos de consorcio él se marchó a una de las bucket shops cercanas y compró algo de Burlington. Dos días más tarde vimos los resultados. Yo hice un beneficio de 3,12 dólares.
Tras esa primera operación, me aficioné a especular con mi propio anzuelo en las bucket shops. Iba durante la comida y compraba o vendía. Me era indiferente. Estaba comprando un sistema y no una acción favorita o respaldando opiniones. De hecho, mi forma de operar en una bucket shop era la ideal, ya que en ésta todo lo que hace un operador es apostar en las fluctuaciones a medida que quedan impresas en la cinta de cotizaciones.
.... No tenía partidarios. El negocio me lo reservaba para mí. Se trataba del negocio de una sola persona, de todas formas. Se trataba de mi cabeza, ¿o no? Los precios se movían de la forma en que yo los tracé, sin ayuda de amigos o colegas, o se movían de la otra, y nadie podía detenerlos por compasión hacia mí. No creía tener necesidad de hablar de mi negocio con nadie. Tengo amigos, como es lógico, pero mi negocio siempre ha sido igual: un asunto de un sólo hombre. Por esto es por lo que siempre he jugado solo.
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Son muy interesantes estas primeras páginas de la biografia de Jesse Livermore, llenas de puntos claves en la especulación. De estas páginas iniciales se concluye que Livermore:
a) No pensaba en terminos de dinero, para él eran número que cambiaban.
b) Se dió cuenta que los comportamientos del precio ante las subidas y bajadas son repetitivos en el tiempo.
c) Que por la observación del precio podía preveer movimientos 7 de cada 10 veces.
d) Que no había nada nuevo en Wall Street, que la especulación era tan vieja como las montañas, cualquier cosa que ha sucedido antes volverá a suceder después.
e) Llevaba un diario en el que anotaba sus predicciones y anotaba sus aciertos y errores, dejando constancia de ellos de forma continua.
f) Solo se fijaba en que las acciones cambiaba y con eso sacaba sus conclusiones, sin importarle las causas que lo había motivado, porque no estaba en su poder saberlo.
g)Derrochó una cantidad ingente de esfuerzo en estudiar las fluctuaciones y datos en su diario a diferencia de los otros muchachos.
h) No actúa según los rumores o consejos que le puedan llegar, sino que se aferra exclusivametne a sus estudios y análisis.
i) No se encariñaba con ninguna acción ni con el lado alcista o bajista, aplicaba su sistema con disciplina y ajeno a lo demás.
j) Entendió que sus análisis eran personales y era un negocio de un solo hombre.
Capítulo I (primeras páginas)
Empecé a trabajar cuando salí del colegio. Conseguí trabajo como chico encargado del tablero de cotizaciones en una oficina de corretaje. Era despierto para los números. En el colegio hice tres años de aritmética en uno. Era bueno, especialmente con la aritmética mental. Como encargado del tablón de cotizaciones, mi labor consistía en enviar los números al gran panel que había en la sala de los clientes. Uno de estos clientes solía sentarse al lado de la cinta y decir en voz alta los precios. Nunca los decía demasiado deprisa. Siempre he recordado los números sin problemas de ningún tipo.
Había muchos otros empleados en esa oficina. Me hice amigo, por supuesto, de los otros tipos, pero el trabajo que yo hacía, cuando el mercado era activo, me mantenía lo suficientemente ocupado desde las 10 de la mañana hasta las tres de la tarde como para permitirme pasar mucho tiempo hablando. De todas formas, esto no me preocupaba especialmente durante las horas de trabajo.
Sin embargo, lo que no me impedía pensar en el trabajo era el mercado ajetreado. Esas cotizaciones, tal cantidad de dólares por participación, no representaban, para mí precios de acciones. Eran números. Significaban algo, por supuesto. Siempre estaban cambiando. Los cambio, eso era todo lo que debía interesarme. ¿Porqué cambiaban? No lo sabía. No me preocupaba. No pensaba acerca de ello. Veía simplemente que cambiaban. eso era todo lo que debía pensar unas cinco horas al día y dos, los sábados: que estos estaban siempre cambiando.
Así es como llegué a interesarme por el comportamiento de los precios. Tenía muy buena memoria para los números. Podía recordar, con todo detalle, cómo habían actuado los precios el día anterior, justo antes de que subieran o bajaran. Mi afición a la aritmética mental me fue muy útil.
Observé que en los avances, al igual que en los descensos, los precios eran propensos a mostrar ciertos hábitos, por así decirlo. Los casos paralelos no tenían fin y éstos fueron los precedentes que me guiaron. Yo tenía sólo catorce años, pero después de haber guarado en mi mente cientos de observaciones, me encontré probando su exactitud, comparando el comportamiento de las acciones de hoy con las de otros días. No transcurrió mucho tiempo antes de que fuera capaz de anticipar movimienttos en los precios. Tal como he dicho, mi única guía eran sus actuaciones pasadas. Llevaba en mi mente las "hojas de informes". Esperaba que los precios de las acciones tomaran forma. Los había registrado. Ya sabéis lo que quiero decir.
Se puede determinar, por ejemplo, el lugar en el cual la compra es algo mejor que la venta. Se desarrolla una batalla en el mercado de valores y la cinta es tu telescopio. Puedes depender de ella, siete de cada diez veces.
Otra lección que aprendí pronto es que no existe nada nuevo en Wall street. No puede haberlo porque la especulación es tan vieja como las montañas. Cualquier cosa que suceda en el mercado hoy, ha sucedido antes y sucederá otra vez. Nunca he olvidado esto. Supongo que me las ingenié para recordar cuándo y cómo ocurrió. El que lo recuerde así se debe a mi forma de capitalizar mi experiencia.
Me llegó a interesar tanto mi juego y fue tal mi ansia por anticipar avances y descensos, en todas las acciones activas, que me compré un pequeño cuaderno. Anoté en él mis observaciones. No se trataba de un registro de transacciones imaginarias como el que mucha gente lleva únicamente para ganar o perder millones de dólares sin calentarse la cabeza y sin tener que ir al asilo de los pobres. Se trataba, más bien, de una especie de registro de mis aciertos y errores y, junto a la determinación de posibles movimientos, estaba muy interesado en verificar si había observado correctamente; en otras palabras, si estaba en lo cierto. Digamos que después de estudiar cada una de las fluctuaciones del día, en una accion activa, yo llegaba a la conclusión de que se estaba comportando como ya lo había hecho antes de romper ocho o diez puntos. Bien, yo anotaba la acción y el precio del lunes, y recordando las actuaciones pasadas, escribiría lo que debería hacer el martes y el miércoles. Más tarde, lo comprobaba con transcripciones reales de la cinta.
Así es como me interesé por primera vez por el mensaje de la cinta. Las fluctuaciones las asocié en mi mente, desde el primer momento, con movimientos hacia arriba y hacia abajo. Por supuesto que las fluctuaciones siempre tienen una explicación, pero la cinta no se preocupa de su por qué. No se mete en explicaciones. No le pregunté a la cinta porqué, cuando tenía catorce años y tampoco se lo pregunto hoy día, a mis cuarenta. La razón de que una acción haga lo que hace hoy puede que no se conozca hasta que no pasen dos o tres días, o incluso semanas o meses. ¿Pero, qué importancia tiene eso? Su preocupación por la cinta concierne al hoy, no al mañana. La razón puede esperar. Debes actuar inmediatamente o quedarte al margen. Una y otra vez, veo que esto sucede. Recuerdas que la Hollow Tube bajó tres puntos el otro día mientras que el resto del mercado se recuperó bruscamente. El lunes siguiente ves que los directores bajaron el dividendo. Ésa fue la razón. Sabían lo que iban a hacer y, aunque ellos mismos no vendieron acciones, al menos no la compraron. No hubo venta de interior; no hubo razón alguna por la cual no debiera romper.
Llevé mi pequeño cuaderno de apuntes durante, quizá, seis meses. En vez de irme a casa cuando acababa mi trabajo, me dedicaba a anotar las cifras que quería y estudiaba los cambios, buscando siempre las repeticiones y paralelismos de comportamiento. Aprendiendo a leer la cinta aunque no fuese consciente de ello en su momento.
Un día, uno de los chicos de la oficina, que era mayor que yo, se acercó a mí mientras comía y me preguntó, si tenía algo de dinero. "¿Porqué quieres saberlo?" le dije. "Bueno", dijo el "me ha llegado un soplo sobre la Burlington. Voy a jugarlo si encuentro a alguien que vaya conmigo". "¿Qué quieres decir con jugarlo?" pregunté. Para mí los únicos que jugaban, o podían jugar, con pronósticos eran los clientes. Viejos chismes con montones de pasta. Cuesta cientos, e incluso miles, de dólares meterse en ese juego. Era como poseer coche de caballos y tener un cochero que llevara sombrero de seda. "Eso es lo que quiero decir; ¡juégalo!, dijo él. "¿Cuánto tienes?" ¿Cuánto necesitas?"
"Bueno, puedo operar en cinco participaciones poniendo 5 dólares". "¿Cómo vas a jugarlo?" "Voy a comprar todo el Burlington que la bucket shop me deje llevarme con el dinero que le dé de margen", dijo. "Seguro que sube. Es como recoger dinero. Doblaremos el nuestro rápidamente".
"¡Sujétalo! le dije, y saqué mi pequeño cuaderno de notas. Yo no estaba interesado en doblar mi dinero, a no ser porque dijo que la Burlington estaba subiendo. Si así era, mi cuaderno de notas tendría que mostrarlo. Lo miré. Con toda seguridad, la Burlington, de acuerdo con mis cifras, estaba actuando como solía hacerlo antes de que subiera. Nunca había comprado o vendido nada en mi vida, y nunca aposté con los otros chicos. Pero lo que si sabía es que ésta era una fabulosa oportunidad de probar la exactitud de mi trabajo, o de mi afición. Se me ocurrió de repente pensar que si mis informes no funcionaban en la práctica, no había nada en la teoría de éstos que pudiera interesar a nadie. Así que le dí todo lo que tenía y con nuestros recursos de consorcio él se marchó a una de las bucket shops cercanas y compró algo de Burlington. Dos días más tarde vimos los resultados. Yo hice un beneficio de 3,12 dólares.
Tras esa primera operación, me aficioné a especular con mi propio anzuelo en las bucket shops. Iba durante la comida y compraba o vendía. Me era indiferente. Estaba comprando un sistema y no una acción favorita o respaldando opiniones. De hecho, mi forma de operar en una bucket shop era la ideal, ya que en ésta todo lo que hace un operador es apostar en las fluctuaciones a medida que quedan impresas en la cinta de cotizaciones.
.... No tenía partidarios. El negocio me lo reservaba para mí. Se trataba del negocio de una sola persona, de todas formas. Se trataba de mi cabeza, ¿o no? Los precios se movían de la forma en que yo los tracé, sin ayuda de amigos o colegas, o se movían de la otra, y nadie podía detenerlos por compasión hacia mí. No creía tener necesidad de hablar de mi negocio con nadie. Tengo amigos, como es lógico, pero mi negocio siempre ha sido igual: un asunto de un sólo hombre. Por esto es por lo que siempre he jugado solo.
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Son muy interesantes estas primeras páginas de la biografia de Jesse Livermore, llenas de puntos claves en la especulación. De estas páginas iniciales se concluye que Livermore:
a) No pensaba en terminos de dinero, para él eran número que cambiaban.
b) Se dió cuenta que los comportamientos del precio ante las subidas y bajadas son repetitivos en el tiempo.
c) Que por la observación del precio podía preveer movimientos 7 de cada 10 veces.
d) Que no había nada nuevo en Wall Street, que la especulación era tan vieja como las montañas, cualquier cosa que ha sucedido antes volverá a suceder después.
e) Llevaba un diario en el que anotaba sus predicciones y anotaba sus aciertos y errores, dejando constancia de ellos de forma continua.
f) Solo se fijaba en que las acciones cambiaba y con eso sacaba sus conclusiones, sin importarle las causas que lo había motivado, porque no estaba en su poder saberlo.
g)Derrochó una cantidad ingente de esfuerzo en estudiar las fluctuaciones y datos en su diario a diferencia de los otros muchachos.
h) No actúa según los rumores o consejos que le puedan llegar, sino que se aferra exclusivametne a sus estudios y análisis.
i) No se encariñaba con ninguna acción ni con el lado alcista o bajista, aplicaba su sistema con disciplina y ajeno a lo demás.
j) Entendió que sus análisis eran personales y era un negocio de un solo hombre.