CAP 4. ADICTO AL TRADING
Para variar, Hank llegaba tarde a su cita con la psicóloga. Tras la dura sesión de trading (se había publicado el dato de paro en EEUU y había salido mejor de lo esperado por lo que había más volatilidad de la que ya era habitual), Hank se había entretenido comentando con otros traders sus recientes operaciones. Y es que Hank trabajaba como trader para un conocido banco español operando fundamentalmente en acciones y futuros sobre Ibex.
El motivo por el que Hank acudía a la consulta de su psicóloga era que sentía que era un adicto al trading. Sencillamente no sabía dejar de operar ni de pensar en el trading. Y es que cuando se es un verdadero adicto, nunca se encuentra el momento donde dejarlo, independientemente de la calidad del producto. Para un alcohólico, es indiferente beber una botella del mejor Petrus que tomar una copa del whisky más barato. Para un trader, lo mismo da operar en el futuro del Ibex que apostar por una subida del FTSE en una casa de apuestas, ya sea con 20.000 € o con 5 €, porque estaría igual de pendiente ante la pantalla. El trader adicto se siente feliz por un momento mientras su operación/apuesta está abierta; y tras cerrar la posición, le invade cierta tristeza, independientemente de que haya ganado o perdido dinero. Algo así como la sensación que queda tras el orgasmo.
Pero no era raro que esto le pasara a Hank y a otros traders: en la City londinense, donde Hank había trabajado varios años, todo es lujo del más alto nivel, por lo que ganar nunca era suficiente. Había que operar continuamente, estar todo el rato en el juego. De hecho, su anterior jefe era un auténtico vicioso, llegando a operar incluso estando en la boda de su propia hermana!!! Y es que era un pensamiento inevitable para cualquier trader profesional con problemas de adicción: ¿qué estará haciendo el mercado ahora? Incluso algunos se levantan cada hora y media a ver cómo están las cosas por la noche, de manera casi obsesiva
Posiblemente el problema residiera en que hacer trading era una adicción ‘natural’. Todo el mundo es adicto a ganar dinero, y con el trading se puede ganar dinero rápidamente. Y lo malo es que una vez que nos enganchamos no hay forma de despegarnos de la pantalla: mientras que con el alcohol o las drogas por ejemplo podemos tener efectos secundarios que nos inviten a dejarlo, no hay nada en el trading que nos fuerce a abandonar más que el dinero que tengamos en la cuenta.
Una vez que entras en el trading ya nada vuelve a ser igual. De hecho un amigo de Hank decía siempre: «Si me pones la CNBC, me entran ganas de operar; si me dejas 100.000 €, no dudes de que lo primero que haría sería abrir una cuenta para operar con ellos»
Absorto en estos pensamientos, Hank llegó a la consulta de su psicóloga. Se llamaba Lucía y lo cierto es que a Hank se le iluminaba la cara cuando entraba. No sabía muy bien si porque la consideraba su salvadora o porque ciertamente era bastante sexy.
Comenzaron la sesión. Lucía le recordó a Hank algunos conceptos que ya habían visto en otras sesiones:
«La adicción es un comportamiento compulsivo, simplemente no puedes parar. Pero hay diferencias entre un entorno que nos lleva a un comportamiento adictivo y una persona con personalidad adictiva. Algunas personas son adictas al alcohol, las drogas o al trading; pero si no existieran esas cosas, serían adictas a otras. Así pues, existe un componente genético de la adicción, pero generalmente existe una fuerte conexión entre problemas de adicción y relaciones afectivas.
Si de niño no tuviste una fuerte relación de apego con tu madre, entonces te sentirás inseguro. Te pasarás la vida buscando algo a lo que aferrarte, que puedas controlar (o que creas que puedes controlar). Esa es la raíz de los problemas de adicción.»
No era de extrañar por tanto el comportamiento de Hank pues era hijo de padres divorciados.
«El motivo por el que la adicción se vuelve destructiva es porque aumenta la sensación de poder del adicto.» -continuó Lucía – «Así, el adicto ya no necesita seguir las reglas, ni enfrentarse a la tristeza o a la pérdida.»
Curiosamente uno de los estudios recientes que había leído Lucía, especializada en el tratamiento de este tipo de adicciones, indicaba que existía una fuerte relación entre los niveles de hormonas de los traders y su comportamiento en el mercado: cuando tenían ganancias, sus niveles de testosterona aumentaban reforzándoles y dándoles confianza para las siguientes operaciones. El problema se produce cuando esos niveles de testosterona son demasiado elevados y se empiezan a tomar decisiones irracionales que en ocasiones pueden incluso provocar el hundimiento del mercado. No en vano, en el estudio se destaca como el Cortisol, la hormona del stress, era producida en grandes cantidades en momentos volátiles del mercado cegando la razón de los traders.
El autor del estudio afirmaba que «la testosterona no crea burbujas, pero las exagera. Posiblemente las burbujas sean un fenómeno masculino, por lo que quizás si hubiera más mujeres haciendo trading, los mercados serían más estables.»
Pero volvamos con nuestro paciente: Hank no llevaba una buena racha a pesar de las ganancias de ese día y estaba preocupado porque aún así seguía deseando operar. Simplemente se sentía ansioso por poner órdenes todos los días. Lucía le había dado una posible explicación:
«En realidad, al ser adicto al trading podemos incluso obtener placer mientras nos autodestruimos, porque paradójicamente ello nos da una elevada sensación de poder y control. De alguna forma es casi cercano al masoquismo, una conducta ciertamente perversa.
El problema es que cuando empezamos a perder en una racha sostenida en el tiempo, creemos que podemos dar la vuelta a las cosas fácilmente, pero en realidad no es así y el trader sigue arriesgando cada vez más dinero sin darse cuenta de que lo que debe hacer es parar. Sin duda es una espiral muy peligrosa.»
Al final el trader no se da cuenta de que cada vez necesita más adrenalina y operar con posiciones cada vez mayores para obtener la misma satisfacción. Es muy similar a la adicción a las drogas en este sentido.»
Hank preguntó:
– ¿Es por ello que incluso cuando gano más de un millón de euros en un mes, necesito seguir operando? –
– Sí, así es, nunca es suficiente y no puede serlo sencillamente porque no hay una relación entre el esfuerzo realizado y la recompensa obtenida. Y lo malo es que esto se ve agravado porque siempre queremos ser el mejor de la sala, ser los que más ganamos, produciendo ansiedad. –
Sonó la alarma del reloj de Lucía. El tiempo de la consulta se había acabado… pero no la adicción de Hank.
(Continuará…)
Saludos,
X-Trader