En un mundo cada vez más digitalizado, donde las criptomonedas y los pagos electrónicos ganan terreno, el dinero en efectivo continúa desempeñando un papel crucial en la economía global.
A pesar de las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías financieras, una parte significativa de la sociedad aún depende del efectivo para sus transacciones diarias. Este fenómeno plantea interrogantes sobre la inclusión financiera, la privacidad y la resiliencia económica en la era digital.
La expansión de los pagos digitales y las criptomonedas
El crecimiento de los pagos digitales ha sido exponencial en los últimos años. Según el World Payments Report 2025 de Capgemini, se estima que el volumen global de pagos sin efectivo crecerá más del 80% entre 2020 y 2025, pasando de aproximadamente un billón a casi 1,9 billones de transacciones. Este aumento se debe en gran parte a la conveniencia, rapidez y seguridad que ofrecen las transacciones digitales (Fuente: https://99bitcoins.com/es/criptomonedas/ico-crypto/).
Paralelamente, las criptomonedas han ganado popularidad como una alternativa descentralizada al sistema financiero tradicional. Empresas como Microsoft, Tesla y Shopify han comenzado a aceptar pagos en criptomonedas, lo que indica una creciente aceptación en el comercio minorista.
Además, países como Panamá han anunciado la posibilidad de pagar impuestos municipales mediante criptomonedas, posicionándose como pioneros en innovación financiera en la región.
La digitalización financiera también ha sido impulsada por la adopción masiva de dispositivos móviles y la expansión del acceso a internet. Según el informe Global Findex 2024 del Banco Mundial, más del 76% de los adultos a nivel mundial ya utilizan algún tipo de pago digital, frente al 64% en 2017.
En economías emergentes como India, Brasil y Kenia, los pagos móviles han permitido reducir la informalidad y aumentar la bancarización. Además, la aparición de neobancos y billeteras digitales como Mercado Pago, Nubank y Revolut ha facilitado el acceso a servicios financieros sin necesidad de cuentas bancarias tradicionales, lo que refuerza la tendencia hacia un ecosistema financiero digital más amplio y accesible.
A pesar del auge de los pagos digitales, el efectivo sigue siendo ampliamente utilizado en muchas regiones. En América Latina, por ejemplo, se prevé que el uso del efectivo represente un 23,6% de las transacciones en 2025. En España, un estudio del Banco de España indica que el dinero en efectivo continúa siendo el método preferido de pago para el 60% de los españoles.
Esta persistencia se debe a varios factores, como la falta de acceso a servicios bancarios en ciertas poblaciones, la preferencia por la privacidad en las transacciones y la fiabilidad del efectivo en situaciones de emergencia. Además, el efectivo no depende de infraestructuras tecnológicas, lo que lo hace indispensable en contextos donde la conectividad es limitada o inexistente.
La transición hacia una economía digitalizada plantea desafíos en términos de inclusión financiera. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), si se diseñan adecuadamente, las monedas digitales de bancos centrales podrían reducir los costos de las remesas y mejorar la inclusión financiera. Sin embargo, la implementación de estas tecnologías debe considerar las necesidades de las poblaciones no bancarizadas y garantizar que no se amplíe la brecha digital existente.
En este contexto, el efectivo actúa como un instrumento de inclusión financiera, permitiendo que las personas sin acceso a servicios bancarios participen en la economía. Su uso no requiere conocimientos tecnológicos ni infraestructura digital, lo que lo convierte en una herramienta accesible para todos.
El uso del efectivo también está vinculado a la privacidad y el control financiero personal. Investigadores australianos han sugerido que utilizar efectivo puede ayudar en el control financiero y promover hábitos de ahorro, basándose en la teoría del «dolor al pagar«. Esta teoría postula que sentimos más dolor emocional al gastar dinero en efectivo que al hacerlo con tarjeta, debido a la tangibilidad y emocionalidad del intercambio físico.
Además, el efectivo permite realizar transacciones sin dejar un rastro digital, lo que es valorado por quienes priorizan la privacidad en sus operaciones financieras. En un entorno donde las preocupaciones sobre la vigilancia y el uso de datos personales están en aumento, el efectivo ofrece una alternativa que preserva la confidencialidad.
Resiliencia económica y preparación ante emergencias
El efectivo desempeña un papel crucial en la resiliencia económica, especialmente en situaciones de crisis. La Asociación Bancaria Holandesa recomendó a los ciudadanos tener efectivo en casa debido al aumento de ciberataques que afectan las transacciones digitales. En contextos de desastres naturales, fallos en la infraestructura tecnológica o ciberataques, el efectivo garantiza la continuidad de las transacciones y el acceso a bienes y servicios esenciales.
Por ejemplo, en Dinamarca, el gobierno ha instado a los ciudadanos a mantener efectivo en casa como medida de precaución ante posibles emergencias. Esta recomendación subraya la importancia del efectivo como un recurso confiable en situaciones imprevistas.