Una vez, hace bastante tiempo, hablé con un especulador de segunda fila, aunque bien reputado en su profesión. Estaba especializado en futuros sobre DJ. Entre otras preguntas interesantes, le intenté sacar cuál era su operativa, ya que, al igual que otros muchos especuladores, prefería los movimientos a la baja para jugar con cortos antes que los alcistas.
La respuesta que me dio es que los movimientos de pánico y el miedo son mucho más fáciles de identificar, dan menos sobresaltos y tienen mayor uniformidad, cualidades inapreciables para alguien que está jugando con el dinero que no tiene vendiendo títulos que no posee.
Me acuerdo de una frase que me llamó la atención: «Tienes que aprender a oler el miedo, con eso tienes dos terceras partes hechas». A continuación, me dijo cuál era la manera de desarrollar la cualidad de «oler el miedo»: Para los que no hemos nacido perros ni lobos, es una cualidad que se desarrolla con la experiencia, aunque los hay que la tienen innata. Se trata de leer mucho, escuchar más y, sobre todo, observar lo que no se dice y no se lee, pero se debiera escuchar o leer de manera consecuente. Esto es tan importante como observar también lo que se dice o se escucha, pero no se debiera decir o escuchar.
Oír, por parte de diversas casas de bolsa, que un banco no está en dificultades económicas significa que, con toda probabilidad, lo está. Ver diversos informes desmintiendo que exista una burbuja del tipo que sea, cuando aparentemente eso es algo que no se plantea, significa que, con elevadas probabilidades, existe burbuja. Desde entonces, no he conseguido desarrollar la cualidad de «oler el miedo» (está visto que nunca seré un especulador de éxito), pero sí utilizar herramientas racionales y análisis desde muchos puntos de vista y, sobre todo, desde la perspectiva de quien los emite, e incorporar en todo análisis económico un amor indestructible a la ley de la gravedad, que es la única ley que SIEMPRE acaba cumpliéndose en economía.
Una vez efectuada esta introducción filosófica, iré al grano. La situación macro está bastante mal. Allá por el mes de febrero dije, en contra de la opinión dominante de mi gremio, que la recuperación se retrasaría más allá de lo previsto, dando como fecha el tercer trimestre y pensando en el muy probable doble dip, que entonces nadie recordaba de crisis anteriores y que, inexplicablemente, no se mencionaba.
Hablando de datos fundamentales, la economía estadounidense está pasando unos momentos malos. A las cifras «creativas» de paro y crecimiento, que tanto han dado que hablar, se añade la poca seriedad de sus cuentas empresariales, con una probidad comercial bastante escasa.
Los efectos para los analistas se resumen en lo siguiente: Muchos, por no decir todos, ya no nos fiamos. Sin embargo, aún se pueden entresacar ideas interesantes. El endeudamiento de las familias americanas sigue en aumento, con lo que se dificultará una recuperación futura, y los tipos reales están en cifras negativas, lo que reviste gran importancia. Oficialmente la burbuja inmobiliaria no existe, opinión que no comparto y que el tiempo podrá confirmar o no.
La inversión en bienes de equipo sigue en niveles muy bajos y los índices de confianza empresarial y de consumidores aproximadamente igual que en la última crisis petrolera, cuando la estanflación hacía estragos.
La política monetaria ya ha sido utilizada por la reserva federal en toda su extensión, agotando de facto posibles bajadas adicionales de tipos, y la fiscal, con el déficit en que está incurriendo Estados Unidos en su ardor guerrero, tampoco se presta a alegrías.
Es decir, el consumo, vía endeudamiento para compras a plazo y de saldo, está manteniendo el sistema, pero cada vez menos, así como un repunte del sector de construcción, con capitales que huyen del comportamiento de la bolsa y sobre todo de los fondos NASDAQ.
Las gráficas económicas estadounidenses son un calco de las de Japón en su crisis, aunque su sector bancario sea más sano. Por el momento me limito a decirlo, ya que es prematuro hablar de una posible crisis estructural.
Mi interés está en que el cerebro de los lectores lo incluya como una variable más, improbable, pero no descabellada, a la vista de los desequilibrios que acechan y de la política económica que se está desarrollando en Estados Unidos.
Por el momento, mi previsión, viendo el conjunto de los hechos, apunta a un descenso de las bolsas hasta alcanzar lo que por estos lares se denomina «capitulación final»; es decir, el momento de hastío y desesperación total bolsista. Por lo demás, y siempre a la espera de confirmar todos los datos, creo que estamos atravesando (quizá no su peor parte) un doble dip. Atravesarlo completamente llevará unos cinco meses a partir de ahora, hasta principios de la primavera próxima, y siempre que no haya un ataque a Iraq que suba hasta las nubes el precio del petróleo o algún acontecimiento de esa índole que trastorne las variables fundamentales del sistema.
Vista la gravedad de los descensos en bolsa, la magnitud del endeudamiento familiar, la contracción de la inversión en bienes de equipo por el sobredimensionamiento existente en el sistema y la poca moral del consumidor medio, no podemos descartar un triple dip, aunque creo que esa posibilidad es remota por ahora.
Mi estimación más probable es que la economía prosiga en recesión unos seis meses más en Estados Unidos, siendo esta cifra revisable al alza, aunque con las debidas cautelas que doy siempre.
Japón se encuentra en una posición delicada también. Sus principales exportaciones están fallando, y no permiten al país salir de la larga crisis en que está metido desde 1990. La situación es tan alarmante que el gobernador de Tokio ha sacado los fondos públicos de las cajas bancarias en que estaban por dudar de su solvencia, algo sintomático.
Este país se encuentra en una difícil tesitura macro. Sus bancos alcanzan unos saldos incobrables que, si se aplicaran criterios contables estrictos, darían con el cierre por insolvencia de muchas instituciones bancarias, entre ellas algunas de las grandes, por lo que poco pueden contribuir a la recuperación.
El estado nipón ha gastado ingentes cantidades de dinero para reanimar la economía, vía inversión pública, pero el mal no ha sido derrotado. La competencia creciente de los agresivos tigres asiáticos, el poder político de China, en aumento constante y su alejamiento de Occidente, así como los precios de las materias primas, en cotas casi históricas, están llevando a Japón a una situación muy difícil provocada en principio por una crisis inmobiliaria especulativa que tampoco parecía demasiado importante en un primer momento. No conozco demasiado este mercado, pero a mi juicio las cosas están bastante mal, y no tienen visos de mejorar a seis meses vista.
En cuanto a Europa, Alemania, muy dependiente de las exportaciones, está es una época muy mala, al igual que Francia, que atraviesa tiempos de incertidumbre política y que aún no se ha terminado de recuperar de la «sorpresa Le Pen». Italia se está comportando mejor de lo que yo había estimado en un principio que iba a hacer, probablemente gracias a su economía no declarada.
Reitero mi juicio de que el peor comportamiento de esta crisis en los países grandes europeos loa va a sufrir España, aunque venga retrasado un año (por nuestra estructura económica poco industrial los choques de demanda se transmiten a nuestro tejido más tarde).
Independientemente de las interesantes opiniones de los promotores inmobiliarios, que han salido en varios medios de comunicación desmintiendo que haya una burbuja inmobiliaria, por cierto, en artículos curiosamente no contrastados con expertos neutrales, mi opinión es que sí la hay. Para afirmar esto, sin mayores finuras financieras, traslado al lector la cuestión de comparar el rendimiento neto de un bono del tesoro y el de una casa, y ver si objetivamente, existen razones objetivas para tales subidas fundamentadas fuera del equilibrio; es decir, exógenas.
Tenemos todos los componentes de una burbuja: Deseo de ganancias a corto plazo sin esfuerzo, movimiento de histeria colectiva y deseos de ocultar dinero negro, vergonzosamente creciente año tras año en España.
En mi opinión, el camino más probable para España pasa por un desinfle de los precios inmobiliarios, por contracción del crédito bancario. Si ello se combina con una mala situación del empleo, la burbuja puede estallar. Si no es así, las bajadas serán más moderadas. Pero ahora mismo, con la aproximación adecuada, podemos decir que estamos en la cumbre con bastante aproximación.
No me gustaría recibir comentarios dentro de tres meses sobre este tema diciendo que «aún no ha estallado la burbuja». Este mercado es aún más impredecible que el resto, ya que la psicología juega un papel importante, por lo que puede dar punto de inflexión dentro de dos meses, en enero o marzo. Sin embargo, creo que la fecha más probable es al final del otoño.
Este proceso, junto a la desfavorable evolución del empleo (que ya es un hecho), la implicación de la banca española en mercados de alto riesgo, y la poca competitividad de la economía en general, no apuntan a nada bueno. El año pasado, mi previsión de crecimiento era del 2,2%, que finalmente se va a quedar por debajo. Para el año que viene, no es descabellado pensar en otro 2% o, si la burbuja estalla, todavía menos. No olvidemos que la construcción es lo que ha mantenido a España respirando estos meses, y que está basada en expectativas.
Ignacio R.C.