CAP 5. EL NEGOCIO DEL BROKER
Robert estaba entusiasmado: aquella tarde había quedado con Alex para que le enseñara su oficina. Y no era para menos: Alex había tenido la suerte de ser contratado por un importante broker, Sainsbury Wakefield, como programador. Si bien es cierto que, desde muy jóvenes, el sueño tanto de Alex como Robert era el de trabajar como traders, tampoco estaba tan mal el nuevo empleo de Alex. Al fin y al cabo iba a estar rodeado de números y cotizaciones, justo lo que le apasionaba. Y un sueldo de 50.000$ anuales para un joven de sólo 29 años con no demasiada experiencia, estaba realmente muy bien.
Mientras Robert se dirigía a la oficina de Alex, recordaba la pasión de ambos por la Bolsa y el trading desde muy jóvenes. Con tan sólo 17 años juntaron sus pagas para comprarse el libro de análisis técnico de Murphy, y con 20 años aunaron esfuerzos (y ahorros) para abrir una cuenta con un broker y realizar sus primeras operaciones con acciones del Nasdaq. Luego vino su época de trading con sistemas automáticos, los libros de Pardo, la optimización de parámetros… Pero cuando terminaron la carrera y tuvieron que buscarse un empleo formal (porque según la abuela de Robert intentar vivir de la Bolsa era un disparate!), ambos tuvieron que abandonar temporalmente su pasión.
Sin embargo todo esto había cambiado con la entrada de Alex en el broker. Ahora que ambos tenían algo más de dinero en el bolsillo se planteaban retomar el diseño de estrategias y operar de nuevo en los mercados financieros.
Ensimismado en sus recuerdos y soñando despierto acerca de cómo sería su vida como trader, Robert llegó a la oficina de Alex. Se encontraba en el interior de un imponente edificio del s. XVII, en pleno centro de Paris, al cual se le había realizado una impresionante reforma interior para adaptarlo a los tiempos actuales: enormes ventanales, madera de wengué, minimalismo… Lo último en tendencias de decoración, vaya. Por supuesto allí no había nada de Ikea.
Tras atravesar los oportunos controles de seguridad (un primer control en la recepción de la planta baja y, curiosamente, un segundo control en la misma planta donde trabajaba Alex, con cacheo incluido), Robert llegó al despacho de su amigo.
Decorado en la misma línea que el resto del edificio, el despacho era sencillamente impresionante. Y sentado en el centro de una enorme mesa de cristal de diseño, detrás de 6 monitores, estaba Alex programando complejas aplicaciones para el broker.
Tras los correspondientes abrazos, comentarios y elogios Alex dijo en voz baja y con gesto serio a Robert lo siguiente:
– Ven, tengo algo que enseñarte. Pero primero debes jurarme por nuestra amistad que nunca contarás nada de lo que vas a ver y oir. De lo contrario, podrías ponerme en un buen aprieto –
Robert sonrió pero al ver que Alex no estaba bromeando, dejó de hacerlo y asintió prometiéndole que nada saldría de sus labios. Dicho esto, y tras superar algunas medidas de seguridad biométricas, Robert acompañó a Alex a una sala repleta de servidores y pantallas con gran cantidad de datos en continuo movimiento. Alex comenzó a explicar a su amigo qué era todo aquello:
– Querido Robert, estás ahora mismo en el corazón de los ordenadores centrales de trading del broker. Desde aquí se registran y procesan las órdenes de los clientes; y mediante ese enorme “canuto” que ves en la pared se envían a los mercados financieros de todo el globo. Siéntete testigo de excepción porque muy pocos mortales entran aquí, aparte de algunos empleados del broker –
– Así que aquí es dónde pasa todo… Impresionante! – respondió Robert
– Pero lo mejor de todo es que esto que ves aquí es el núcleo fundamental del negocio de este broker – continuó Alex
– Ya, te refieres a las comisiones, ¿no? –
– Bueno y a algo más –
Se produjo un silencio momentáneo.
– Robert, si te he traído aquí es para explicarte algo muy importante. Pero prefiero que lo veas con tus propios ojos –
Tras acercarse a un ordenador de aquella sala y ejecutar algunos comandos, Alex cargó en una pantalla las operaciones en tiempo real de varios clientes. Sin embargo Robert advirtió rápidamente que aparecían duplicadas en dos ventanas las operaciones. El título de la primera ventana ponía Real Trades mientras que en la segunda ponía Clients Trades.
Robert estaba extrañado. Dado que Alex normalmente no bromeaba con asuntos importantes, decidió examinar durante un rato la información de aquella pantalla. Decidió centrarse en un solo cliente y seguir sus operaciones en ambas ventanas. Si bien no alcanzaba a descifrar la importancia de lo que estaba viendo, había un patrón que se repetía continuamente: la ejecución de las órdenes siempre se realizaba antes en la primera ventana que en la segunda.
– No lo entiendo Alex, cómo es posible que la misma orden de un mismo cliente se ejecute dos veces en diferentes momentos. Sinceramente, no acabo de pillarlo – preguntó Robert.
– Bueno en realidad no es que se ejecute dos veces la orden, si no que se asigna dos veces – respondió Alex
– Ahora si que no entiendo nada –
– Quizás un ejemplo te aclare un poco las cosas: imagina que eres cliente de este broker y lanzas una orden de compra limitada en el futuro sobre el mini S&P 500. Si en las posiciones de compra hay 100 contratos por delante tuya, ¿qué posición ocupará la tuya en la cola? –
– Es evidente que la 101 –
– Correcto. Pero como ya sabrás muchas órdenes entran y salen por lo que es probable que incluso tu orden escale posiciones en la cola, ¿de acuerdo? –
– Sí pero sigo sin ver a dónde quieres llegar –
– No te impacientes, aun queda un poco para el final. Supón que cuando envías la orden, el broker la envía al mercado instantáneamente pero que, dado que actúa como intermediario, controla su asignación. Es decir, tu orden puede que se ejecute cuando estás en la posición 101 de la cola de órdenes compradoras pero tu broker quizás no te lo notifique y congele temporalmente su asignación… a la vez que sitúa una orden de venta por cuenta propia en el otro lado del libro de órdenes siempre que las condiciones sean adecuadas. –
– Empiezo a intuir por dónde va esto… –
– Tal y como te imaginas, el broker congela la asignación y espera a que se cruce su venta, en cuyo caso gana un punto gracias al cliente. –
– Ya pero, ¿y si no se cruza la orden de venta? –
– En ese caso esperan a que se empiece a agotar la cola de órdenes de compra para asignar en algún momento al cliente la orden de compra que temporalmente se había apropiado el broker. –
En ese momento Robert estaba confuso y apenas sin palabras. Lo que acaba de oír era realmente muy fuerte y necesitaba algunos segundos para asimilar esta información.
Tras un pequeño silencio Robert reaccionó tratando de quitar miga al asunto:
– Bueno pero esto lo harán en contadas ocasiones, ¿no? Quiero decir, por un mísero punto no van a jugársela continuamente… ¿o sí? –
Alex respondió:
– Robert, piensa que en Sainsbury Wakefield se invierte más en programadores y tecnología que en ningún otro departamento. Los traders aquí son minoría en términos de presupuesto. Hay miles de clientes lanzando órdenes limitadas cada día en mercados tan líquidos como DJ Eurostoxx 50 o e-mini S&P 500, lo que supone sin duda un jugoso negocio. Normalmente hay tal nivel de liquidez que no es posible detectar estos movimientos con facilidad y mucho menos probarlos por lo que los reguladores de los mercados tampoco nos pueden decir nada.
Mi cometido en este broker, como podrás imaginar, no es otro que el de diseñar algoritmos que analicen este tipo de situaciones y en función de la volatilidad, y los volúmenes de compra y venta determinar si es conveniente o no realizar este tipo de operaciones. De alguna forma casi hago de trader aunque es evidente que tengo una ventaja o edge que permite que el broker gane siempre.
Una vez conoces toda esta historia, comienzas a mirar los mercados de otra forma y se te van de la cabeza las imágenes del trader particular que gana millones desde su sofá en casa. Lógicamente todo esto no se comentará nunca en ningún sitio, ni siquiera en los medios de comunicación más sensacionalistas ya que los empleados del broker firmamos un acuerdo de confidencialidad muy estricto con fuertes indemnizaciones, o incluso penas de cárcel, en caso de revelación de detalles de este tipo. –
Robert, aún perplejo, preguntó a su amigo:
– Entonces ¿por qué me lo has contado? –
– Porque quiero que sepas cómo funciona este negocio realmente y que no le pase nada a tu dinero – respondió sonriendo Alex.