Taleb en Montecarlo

Aprovechando las vacaciones de Semana Santa me estoy releyendo el excelente libro de Nassim Taleb titulado Fooled by Randomness (aunque en estos momentos estoy con la versión en castellano que me regaló mi amigo Fermín y que se titula ¿Existe la Suerte?). Para los que no sepan nada de Taleb, podríamos decir que es una rara avis en esto de la Bolsa: mezcla de gestor de carteras, analista de riesgos, filósofo y académico universitario, es un abanderado del escepticismo empírico. Nassim aplica sus ideas a todo los ámbitos de su vida, incluido por supuesto el mercado.

En el presente artículo les resumo una de las partes del libro que siempre me sorprende cada vez que la leo, espero que les sorprenda tanto como a mí.

El hombre sabio escucha el significado, el idiota sólo percibe el ruido.

A propósito del adagio de Filostrato, C.P. Cavafy escribió en 1915: “al sabio, en su intensa meditación le alcanza el oculto sonido de las cosas y escuchan reverentemente mientras que fuera de la calle la gente no oye nada en absoluto”.

He reflexionado largo y tendido sobre cómo explicar con la menor matemática posible la diferencia entre ruido y significado, y cómo mostrar por qué es importante la escala temporal para juzgar un acontecimiento histórico.

Supongamos el caso de un dentista felizmente jubilado que vive en una agradable y soleada ciudad. Sabemos que se trata de un excelente inversor y que espera obtener un rendimiento anual de un 15% por encima del rendimiento de las Letras del Tesoro, con un error (volatilidad) del +/-10%. En términos estadísticos, esto significa que, suponiendo que la distribución de los rendimientos es Normal, 68 de 100 trayectorias muestrales se encontrarán en el intervalo (+5%, +25%); o, dicho de otro modo, que el 95% de los posibles resultados de este dentista estarán en el intervalo (-5%, 35%).

Evidentemente, estamos ante una situación muy optimista. El dentista se construye un despacho en su ático desde donde piensa pasarse todos los días vigilando en tiempo real las posiciones de su cartera.

Sin embargo, la aventura en la que se ha embarcado nuestro amigo odontólogo pronto se torna en pesadilla: siente una punzada con cada pérdida que observa en su cartera que no es compensada por los momentos de placer que experimente con las ganancias. El dentista se siente emocionalmente agotado al cabo de unos días: el examen, minuto a minuto, de sus posiciones durante ocho horas de sesión supone muchos minutos de dolor que no se ven compensados por los momentos agradables.

Supongamos ahora que el dentista se limitara solo a examinar su cartera cuando recibe el extracto mensual de su broker. Dado que esperamos que el 68% de los meses estará en positivo, sólo tendrá 4 veces al año de dolor y 8 experiencias placenteras. Imagínense si el dentista mirase sus posiciones una vez al año… Y ojo porque en todos los casos se trata del mismo dentista aplicando la misma estrategia.

Veámoslo desde otro punto de vista: si tomamos el cociente del ruido sobre lo que  llamamos no ruido podremos observar que cuanto menor es la escala de tiempo utilizada para estudiar los acontecimientos, mayor será dicho cociente.

En conclusión:

  • En un breve incremento de tiempo, observamos la variabilidad de la cartera pero no de los rendimientos. Simplemente vemos el comportamiento de la varianza, poco más.
  • Nuestras emociones no están diseñadas para comprender las cosas. Al dentista le iba mejor cuando miraba los extractos mensuales que cuando vigilaba sus posiciones en tiempo real. Posiblemente lo mejor sería que se limitara a mirar extractos anuales.
  • Cuando veo a un inversor siguiendo su cartera al segundo con su móvil, sonrío y sonrío y sonrío.

Todo esto explicaría por qué las noticias están llenas de ruido mientras que la historia está desprovista de ruido (aunque cargada de problemas de interpretación). Esto explica por qué prefiero no leer periódicos financieros, nunca hablo sobre Bolsa y por qué cuando estoy en Wall Street prefiero hablar con matematicos y secretarios que con traders.

Finalmente, también explicaría por qué se quema la gente que se fija demasiado de cerca en el azar, agotándose emocionalmente a base de punzadas negativas que no se compensan con momentos positivos (de hecho, los psicólogos estiman una relación de 2 a 5 entre hechos negativos y positivos de tal forma que cada punzada negativa se vería compensada por al menos 2.5 momentos placenteros como mínimo).

Una persona que esté continuamente pendiente de su cartera sufrirá un estrés permanente que se materializará en una elevada presión sanguínea, pérdidas de memoria, reducción de la plasticidad y daños cerebrales. Los economistas deberían tener en cuenta esta relación entre descargas positivas y negativas, así como que el grado de racionalidad es distinto en la toma de decisiones tras un suceso positivo o negativo.

Obsérvese también la implicación de que la riqueza no cuenta tanto para el bienestar como el camino seguido para alcanzarla.

Sin duda, sabias palabras las de Taleb que invitan a la reflexión…

Un saludo
X-Trader

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