Pero la confianza es una sustancia muy volátil. Y si se empieza a perder, entonces comienzan las migraciones monetarias, y las conversiones de las reservas de los bancos centrales. Pues bien, este proceso se está produciendo.
A estas alturas, es notoria la debilidad de la economía estadounidense, a la que está buscando salidas aplicando políticas extremas en todos los campos.
Los costes de la guera de Iraq no son tan tangibles, pero pueden ser muy importantes para Estados Unidos. En primer lugar, la inestabilidad política retrae las inversiones y el comercio, y ello hace que la cuenta de capital se contraiga también. En segundo lugar, los mercados nunca son belicistas.
En circunstancias en las que la economía de Estados Unidos estuviera equilibrada, encontraríamos un enorme superávit por la cuenta de capital en épocas de expansión del comercio internacional, pero (y esto es lo más importante) un enorme déficit en tiempos de contracción o de desconfianza en la moneda dólar como vehículo de intercambio, que puede retrasarse o no, dependiendo de las circunstancias. Una enorme inyección de moneda extranjera, con unas cuentas equilibradas, es positiva si se controla la inflación que puede traer aparejada.
Si por alguna causa el comercio internacional se reduce de forma continuada, tarde o temprano las reservas de dólares se reducirán y entonces el proceso será inverso. Un proceso de entrada de dólares en Estados Unidos, con su déficit comercial actual, podría desencadenar negativos fenómenos.
En resumen, salvo el endeudamiento de las empresas norteamericanas, los mismos desequilibros existentes hace dos años siguen igual o peor; de hecho la burbuja inmobiliaria se ha seguido hinchando, inyectando liquidez vía rehipotecas, y el paro se encuentra creciendo con vigor, a pesar de que el método de cálculo del paro estadounidense es bastante conservador en términos europeos.
Con unos consumidores endeudados, que han puesto como aval de sus deudas inmuebles sobrevalorados, dentro de un entorno de industria sobreinvertida y con la bolsa de valores también sobrevalorada en estos momentos, llevada al cielo durante este último mes por grandes manos y actualmente en pleno proceso de distribución (es decir, que probablemente asistiremos a una buena caída en los próximos meses), no creo que la recuperación venga de Estados Unidos.
Alemania y Francia tienen muchos menos desequilibrios y economías mucho más saneadas que la de Estados Unidos, y la realidad demuestra que los efectos de un dólar tan bajo están erosionando las exportaciones europeas, pero no tanto como era de suponer. La ocupación industrial es mucho mayor, las deudas menores y los desequilibrios de la balanza comercial sostenibles en el tiempo.
En mi opinión, estamos probablemente metidos en una recesión “de punto triple”; es decir europea, estadounidense y japonesa, con tintes estructurales en los tres sitios por diferentes motivos.
Por ahora, seguimos siendo pesimistas. Existen varias claves para una recuperación; y ahora mismo la devaluación del dólar es fundamental para ello. La economía europea, y más a un año de la ampliación, no podrá levantar el vuelo con el dólar a 1.15 o 1.20 unidades por dólar, que además es un considerable riesgo deflacionario (como ya se advertía en un artículo de pasados meses) al combinarse con un petróleo barato.